martes, 1 de decembro de 2015

¿De verdad somos más cultos ahora?



No. Conocemos más cosas y sabemos utilizar más herramientas, pero no sabríamos cómo se conocen esas cosas ni crear esas herramientas.

Es verdad que ahora podemos acceder al conocimiento de muchas maneras, existen complejos destinados a educación, compartimos una literatura extensísima y podemos compartir distintas visiones del mundo gracias a los puentes de la telecomunicación. Y sin embargo frivolizamos la oportunidad que se nos brinda con la educación, los libros están muertos en las estanterías de las casas y las vallas prácticamente brotan del suelo cuando el país de al lado estornuda.

No existe una razón concreta para explicar este problema, pero podemos intentar buscar sus raíces.

El avance se produce con la pregunta y la pregunta nace de la curiosidad. Pensemos un segundo en personas que tengan curiosidad, luego seleccionemos a los que podrían satisfacerla y por último a quienes realmente pueden permitirse satisfacerla. Sería igualmente extenso tratar el porqué de la extinción de la curiosidad, por ello en este caso nos quedaremos con la borrachera informativa a la que nos sometemos diariamente. Al igual que un empacho de dulces el empacho de datos tiene el mismo efecto secundario de rechazo a ingerir nada similar en el futuro, vivimos rodeados de información, tenemos a nuestro alcance toda la información que queramos. Pero toda esa información es mayoritariamente muy inútil y nos vuelve reacios al aprendizaje. Ya lo vimos en “Un mundo feliz” y seguimos sin aprender.

Seguimos tirando del hilo y pronto llegamos a un gran nodo y base, y posiblemente la defensa de la incultura. Con la educación hemos topado. Volvamos al necesario ejercicio del pensamiento. Nuestro conocimiento del mundo define nuestras acciones y por ello es truncado en múltiples ocasiones. Han luchado mucho por un sistema educativo con igualdad de oportunidades, y podemos acceder a ese tesoro, pero los usuarios no lo valoran y el interés establecido en sociedad tampoco. La educación no es sólo saber puro y duro, es maravillarse con el avance de lo que conocemos, comprender el mundo, construir unos cimientos que sostengan nuestra mente, apertura ante lo nuevo, alimentar la curiosidad ante lo desconocido y dejar un camino que otros puedan aprender para llegar más lejos. Todas las asignaturas que impartimos son necesarias, conforman el equilibrio del saber humano y su más puro deseo de entender. El método de enseñanza es erróneo, es práctico porque permite hacer un seguimiento al alumno y a lo que parece saber, pero vemos un gravísimo problema cuando el alumno tipo sólo tiene claro el modelo de un examen perfecto y aspira a obtener una nota por encima de un conocimiento. 

Llegados a este punto nos queda una pregunta que hacernos. ¿Qué es la Cultura? La palabra lleva asociada una carga connotativa importante, no podemos definir sus límites con exactitud, aunque sí algunos de sus aspectos. La Cultura es una curiosidad bien satisfecha, una diversidad que demuestra lo mucho que asumimos y lo poco que nos preguntamos, y también una educación en el mejor sentido de la palabra. 

Según los griegos clásicos la filosofía es el amor a la sabiduría, es una pena que no seamos ese tipo de filósofos. Nada impide que podamos serlo.

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